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FONAIAP DIVULGA > Colección > Número 47 Enero-Marzo 1995 | ||
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Luis
Avilán R.* Margot Rodríguez* José Rafael Ruiz* *Investigador. FONAIAP -Ceniap. Maracay.
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RESUMEN |
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En
los huertos de frutales perennes de tipo arbóreo con fines comerciales,
como los de mango, se debe realizar una serie de intervenciones a lo
largo de la vida útil de las plantas, con el fin de modificar o alterar
su comportamiento.
El
objetivo de esas modificaciones es establecer una distribución adecuada
de los distintos elementos que conforman el espacio aéreo de la planta
(tronco, ramas, hojas, flores y frutos), de modo que se encuentren en el
lugar adecuado para que reciban la luz y el aire conveniente y puedan
ser manejados con comodidad y economía por el productor .
EL
DESARROLLO DE LA PLANTA
Toda
la parte aérea se forma a partir del desarrollo de la plúmula durante
el proceso de germinación de la semilla, o a partir del desarrollo de
las yemas, en el caso de la reproducción vegetativa. Ambos procesos son
muy similares, ya que tanto la plúmula de la plántula como el cono
vegetativo de la yema son meristemos primarios análogos, los cuales
contienen células en constante división que, al desarrollarse,
originan nuevos tallos, hojas o flores, o varios órganos simultáneamente.
La evolución del
primer brote, formado a partir del meristema de la semilla o de la yema
existente, cuando se trata de la reproducción vegetativa, da origen en
el transcurso del tiempo a una primera rama, normalmente vertical y
columnar que constituye el tronco del árbol. Las ramas que se insertan
en el tronco son las ramas primarias, en las cuales, a su vez, se
insertarán las secundarias y así sucesivamente .
Los
tallos y ramas crecen en longitud debido a la existencia del meristema
apical que poseen en su extremidad; mientras su incremento en diámetro
lo realiza por intermedio del meristema secundario que constituye el
cambium, el cual está presente a lo largo de las ramas y brotes.
Algunas
yemas localizadas en las axilas de las hojas, denominadas axilares o
estipularias, que no brotan durante el período normal de vegetación,
pueden quedar enmascaradas en el crecimiento en grosor del tallo,
especialmente de la corteza, y permanecer vivas durante varios años
conservan- do su carácter meristemático en forma latente. Por diversas
causas, como puede ser el estímulo de una poda muy severa, estas yemas,
a las que se les suele llamar dormidas o latentes, brotan dando lugar a
nuevas ramificaciones. Su presencia es muy valiosa y se utilizan con
frecuencia en el rejuvenecimiento de árboles frutales y en la
restauración de individuos o sus partes que se encuentren desnudos de
vegetación.
La
estructura del árbol, conformada por el tallo y las ramas,
independientemente de las funciones biológicas y fisiológicas que
realizan sus componentes, debe ser atendida durante su formación como
un elemento que no sólo ofrezca una gran resistencia mecánica, sino
que permita el trabajo eficiente de las partes vivas y reproductivas que
sustenta, como lo son las hojas, flores y frutos.
En
la búsqueda de este objetivo el hombre debe intervenir, tanto en los
primeros estadios de la planta o fase juvenil, con el propósito de
establecer una estructura adecuada, como en las restantes fases con el
fin de mantener o adecuar su eficiencia en la producción de frutos.
Para
ello, es necesario recurrir al uso de la poda, la cual consiste en la
supresión parcial o total de partes del árbol, así como a algunas técnicas
que estimulen o induzcan el incremento del proceso reproductivo; es
decir, la floración y fructificación
CONFORMACIÓN
DE LA ESTRUCTURA
Para
que las plantas posean una estructura o armazón óptima, es necesario
determinar cuál será el número de ramas principales y cómo ellas
deben estar dispuestas en relación con el tronco. De esta manera se
evita la proliferación de ramas que se presenta en forma natural, los
desgarramientos posteriores que ocurren por efecto de la carga de los
frutos, incidencias de vientos u otras causas y la mutilación de la
planta, como consecuencia de los desgarramientos que se presentan en
lados opuestos ya un mismo nivel del tronco.
Sobre
la base de lo antes expuesto, es conveniente prever el escalonamiento de
los puntos de nacimiento de las ramas principales, con el fin de que las
cargas soportadas por cada una no se acumulen en el mismo punto, lo cual
también incide para que las ramificaciones tiendan a ser abiertas y las
zonas de madera se constituyan bien.
Un
número elevado de ramificaciones individuales concentradas en un punto
inducen a que las mismas lo hagan en ángulo agudo, lo cual conlleva a
que su resistencia sea limitada ya la formación de tejidos muertos. En
la (Figura
1) se muestra como debería ser la distribución de las ramas
y su incidencia en la fortaleza de las mismas.
Se
tienen que realizar intervenciones para modificar el hábito normal de
crecimiento del árbol. En el mango, este proceso se caracteriza por una
gran dominancia apical; es decir, que las nuevas brotaciones ocurren en
los extremos superiores de los brotes, inhibiéndose el desarrollo de
las yemas localizadas en las partes inferiores del ápice.
La
poda de formación :
La
poda de formación tiene por objeto al cortar el ápice de la planta
joven, eliminar la dominancia apical y estimular el desarrollo de las
yemas localizadas a lo largo del tallo. El corte se debe realizar cuando las plantas jóvenes alcanzan unos 60 cm de largo. De las brotaciones que se inicien se seleccionan tres o cuatro de alturas diferentes, las cuales van a constituir las ramas primarias de la futura estructura de la planta.
Después
que estas nuevas brotaciones se han. desarrollado, alcanzando una
longitud de 50 cm, se procede nuevamente a la eliminación de los ápices.
Las brotaciones seleccionadas a lo largo de las mismas van a constituir
las ramificaciones secundarias de la nueva estructura.
Estas
podas iniciales para conducir el proceso de crecimiento de las plantas jóvenes,
son de gran importancia cuando se desean formar árboles compactos y de
porte bajo. Su no ejecución conduce a que la ramificación se localice
muy alto y la inserción
de las ramas primarias ocurra en un mismo nivel, dando Iugar a los
problemas ya antes comentados.
Poda
de abertura
Una
segunda intervención importante constituye la poda de abertura de la
copa, la cual se realiza cuando la planta ha alcanzado un cierto nivel
de desarrollo y generalmente ocurre a los tres o cuatro años de
plantada.
Esta
práctica consiste en la eliminación de las ramas localizadas en el
centro de la copa de los árboles. El objetivo de esta poda es aumentar
la luminosidad, ventilación y aireación del interior de la copa.
En
esta operación debe darse preferencia a la remoción de las ramas de
crecimiento vertical, debido a que raramente producen frutos. En la (Figura
2) se muestra el estado de los árboles después de realizar esta práctica.
Cuando
los árboles han alcanzado grandes dimensiones en sus copas, como
resultado de no haberse controlado el desarrollo a lo largo de la vida
útil y los niveles de producción de frutos son marcadamente inferiores
a los de anteriores años, se recomienda la realización de la poda de
rejuvenecimiento. Esta consiste en reducir el número de ramas presentes
dejando sólo las primarias, o las primarias y parte de las secundarias.
Esta
operación, como en el caso anterior, trae como consecuencia que se
estimule e inicie el desarrollo de las yemas localizadas a lo largo de
las ramas. Por lo tanto, la selección y determinación del número de
nuevos brotes permitirá que la planta reinicie su proceso productivo.
ACCIONES
PARA ESTIMULAR LA PRODUCCIÓN DE FRUTOS
En
el trópico, las condiciones climáticas son propicias para que los
procesos biológicos se su- cedan con un ritmo acelerado, lo cual trae
como consecuencia que los árboles maduren fisiológicamente a corta
edad. De ahí que en nuestro medio, el mango injertado llegue a su
madurez fisiológica a los dos años después del trasplante al campo;
mientras que en condiciones sub tropicales, esto ocurre a los tres o
cuatro años.
Por
otra parte, las altas temperaturas existentes a lo largo de todo el año,
en presencia de la humedad, hacen que los árboles tiendan hacia un
excesivo desarrollo vegetativo.
Para
lograr altos niveles de producción es indispensable establecer un
equilibrio entre el proceso vegetativo y el reproductivo y para ello,
además de una acertada selección del patrón, conducción de la planta
y uso racional de las prácticas de fertilización y riego, se deben
emplear algunas técnicas que propendan al incremento de los procesos de
floración y fructificación.
Inducción
de la floración
Una
práctica común en los países productores de mango es el empleo de la
inducción floral, la cual, además de promover una floración uniforme,
ofrece una alternativa para anticipar la época normal de su ocurrencia
y como consecuencia de ello, se logra igualmente definir la época de
cosecha, con la finalidad de obtener mejores precios en los mercados.
El
uso de sustancias sintéticas, como el nitrato de potasio o el nitrato
de amonio, ha demostrado su efectividad para promover la floración en
muchas variedades de mango. En su empleo se debe considerar la edad de
los brotes y la dosis aplicada.
En
el país, las experiencias realizadas con nitrato de potasio (KNO3)
indican que la dosis más efectiva para adelantar la floración es la de
10 g/l, cuando se aplica en brotes con más de seis meses de edad.
Control
del flujo vascular
Interferir
en la circulación de las sustancias que se desplazan a través de las
ramas, efectuando un corte o aplicando una fuerte presión sobre los
vasos conductores, son prácticas que se utilizan para forzar el
florecimiento de la planta y por consiguiente, estimular la generación
de frutos.
Es
ampliamente conocido el procedimiento empleado de efectuar varios cortes
con un instrumento filoso, en el tallo de la planta. Esta acción,
popularmente denominada pelar el árbol, también favorece la floración,
debido a la interrupción de la circulación de los vasos del floema
como producto de las incisiones hechas.
Esta
práctica acarrea problemas cuando se ejecuta en forma anárquica o
desordenada, ya que si las heridas ocasionadas son muy profundas se
pueden provocar daños severos permanentes, a la vez que sirven de
entrada a las enfermedades.
La
ejecución de esta práctica en forma racional se denomina anillado. La
misma consiste en realizar un corte entre 5 y 25 mm de ancho alrededor
de las ramas, de acuerdo con el diámetro que posean. El anillado se
debe realizar antes de la época de floración y durante el período del
reposo vegetativo; luego, en la zona afectada es necesario aplicar una
pasta cúprica para su protección (Figura
3).
Un
método muy antiguo consiste en emplear un alambre, el cual se ata
fuertemente alrededor de las ramas y que, por efecto del crecimiento de
las mismas, estrangula los vasos de circulación del floema localizados
en la periferia de las ramas.
Los
vasos del floema son los encargados de transportar las sustancias
elaboradas por las hojas hacia las raíces, de ahí que un incremento de
su concentración en la parte aérea favorece la floración. Este método
se denomina constricción, debido al mecanismo que utiliza (Figura
4). Pasado algún tiempo, el tejido se regenera en la zona donde se ha realizado la herida y para el próximo periodo de producción del árbol, habrá que repetir el procedimiento, pero ejecutándolo en un punto localizado arriba del anterior. |