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FONAIAP DIVULGA > Colección > Número 54 Julio-Diciembre 1996 | ||||||||
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FONAIAP DIVULGA No. 54 Julio-Diciembre 1996 |
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*Investigador. FONAIAP CENIAP Instituto de
Investigaciones Agronómicas, Maracay. |
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Desde la aparición de las Leyes del Mínimo de Liebig, en 1843, y de los Rendimientos Decrecientes de Mitscherlich, en 1909, el rendimiento de los cultivares es visto no sólo desde el punto de vista de la nutrición y del efecto que los elementos puedan ejercer en el estado fisiológico de los cultivos, sino también desde el punto de vista de su incidencia en los aspectos económicos. Lo primero ha sido y continúa siendo tema de múltiples investigaciones, mediante la experimentación en campo y la utilización de modelos y predicciones con altísimo porcentaje de confiabilidad. El segundo, en cambio, es tema de palpitante actualidad como consecuencia del sin número de factores que lo conforman y que, de manera directa, inciden en los costos de producción. El problema del incremento poblacional mundial y el consecuente aumento en la demanda de alimentos, requiere de soluciones innovadoras que contribuyan a una mayor productividad. La más resaltante la constituye la relación interdisciplinaria compuesta por la genética, la agronomía y la fitopatología, dando origen a nuevos materiales de alto rendimiento, gran adaptación y resistencia a enfermedades. Estos materiales no son solamente más productivos, sino también más exigentes y eficientes en el uso de los nutrimentos. En consecuencia, para estos nuevos materiales con techos de rendimiento más alto que las variedades e híbridos tradicionales, se requerirán dosis más altas de fertilizantes. Si no fuera por estos incrementos en el potencial del rendimiento, sería difícil de imaginar cuál hubiese sido la situación alimenticia mundial hoy en día. La FAO estima que en Africa se remueven alrededor de diez veces más nutrimentos de lo que se adiciona al suelo a través de fertilizantes orgánicos y minerales (McMahon, 1993). Esta avidez de elementos nutritivos por parte de los cultivos, lleva al empobrecimiento de los suelos cuya fertilidad sólo es restituible a través de la fertilización. En Venezuela, dos hechos fundamentales de los últimos 40 años han contribuido al incremento en el uso de los fertilizantes: el nacimiento de la industria petroquímica nacional en 1953 y la utilización de variedades más rendidoras por parte e los productores. La producción de fertilizantes y, por ende, su consumo se incremento de 195.900 t para 1978 a 483.596 t en el año 1981, creciendo así en 146% en tan corto plazo (PALMAVEN, 1982). Es a partir de 1988, cuando por decreto del Ejecutivo Nacional se elimina gradualmente el subsidio a los fertilizantes, se presenta una progresiva disminución en el uso de los mismos, al pasar de un consumo de 1.600.000 t en 1988 a 550.000 t en 1996. Independientemente de los factores que inciden en el uso de los fertilizantes por las plantas, hay un factor importante relacionado con las exigencias que los nuevos materiales poseen para expresar su vigor híbrido. En este sentido, los requerimientos de competitividad a los cuales se enfrentan los productores, los obliga a restituir los elementos al suelo y, por ende, a los cultivos, para así producir rendimientos rentables. Una agricultura eficiente es aquella que produce más, de la forma más económica. Hoy es imposible, debido a los altos costos de los insumos, realizar aplicaciones excesivas de fertilizantes bajo la premisa que con ello no se baja la producción. Este razonamiento resulta ser un gran error. Además de encarecer el proceso productivo, los excesos de un elemento pueden crear serios problemas en el aprovechamiento de otros. Lo ideal es abonar con el o los elementos que realmente son necesarios, en las cantidades requeridas. Un diagnóstico correcto La fertilización debe llevarse a cabo cuando se tiene visión exacta de las necesidades del cultivo, la cual se obtiene mediante las siguientes técnicas:
Ninguno de ellos por sí solo basta para determinar qué o cuáles elementos son los faltantes. El primero permite realizar una evaluación integral de causas. De la información original de sugerencias presentada por Rivero (1968), se eliminaron las causas específicas, hacia una visión general de las mismas, las cuales aparecen en el Cuadro 1. Los análisis de suelo han sido, desde hace muchos años, los preferidos para determinar las necesidades de las plantas. Básicamente se fundamentan en tratar de imitar la actividad de las raíces, pero ello muchas veces resulta muy difícil de igualar, por cuanto las raíces utilizan soluciones naturales muy específicas a una determinada condición. Además, un sin número de factores bióticos y abióticos del medio, determinan el comportamiento radical, el cual es imposible reproducir en un análisis. Un médico no puede determinar si una persona está bien alimentada tan solo por lo que come o es capaz de comer, debe auscultar el paciente, un análisis de sangre es mucho más fidedigno que el conocimiento de los alimentos que ingiere. En las plantas, no basta con medir lo que hay en el suelo, hay que auscultar a la planta. Visto as!, un análisis foliar o de tejido vegetal es más útil que el del suelo. Lamentablemente, técnicos y agricultores le dan demasiada importancia a los análisis de suelo. Unilateralmente estos análisis han dado pie para determinar fórmulas de abonos con grandes errores. Lo anterior no significa que los análisis de suelo no sirvan. Algunos como el de pH es fundamental para una fertilización racional. En los últimos 30 años se ha logrado gran desarrollo en el diagnóstico de las necesidades nutritivas de las plantas, basándose en el análisis de tejidos vegetales. Los procedimientos de estos análisis han sido perfeccionados cada vez más. Incluso, hoy día es común realizarlos según el órgano de la planta en cuestión (hojas, raíces, flores y frutos). Algunos factores como: tipo de suelo, presencia de plagas y enfermedades, variedad utilizada, uso de riego, entre otros, en los cuales se desarrollan los cultivos, reflejan las necesidades (carencias y excesos) de nutrimentos y pueden ser detectados por un análisis de tejido vegetal. Otros, como el clima y la carencia de tablas que reflejen los contenidos de nutrimentos para cada cultivo en particular, constituyen limitantes de los mismos. En el Cuadro 2, tomado de Casanova (1991), se presentan los factores que junto con el suelo, se encuentran íntimamente relacionados a éste, como son la planta y el clima, y que determinan en alto grado los rendimientos a obtener. La exactitud en la formulación del abonamiento dependerá de la integración de las pruebas de sintomatología visual, análisis de suelo y análisis foliar. Con ellas protegemos las plantas y el bolsillo del productor. El plan de fertilización El plan de fertilización lo realiza el técnico, basado en la interpretación integral de los resultados obtenidos al aplicar las pruebas anteriormente mencionadas, con el propósito de lograr cosechas abundantes y rentables. El fertilizante o abono se puede definir de muchas maneras, pero en general, es una sustancia capaz de suministrar aquellos elementos que se requieren para la nutrición de las plantas. Generalmente es aplicado al suelo restituyendo la fertilidad del mismo, pero también puede ser asperjado directamente al follaje o aplicado junto con el agua de riego. Para hacer un uso eficiente de los fertilizantes se deben seguir las recomendaciones que formula el agrotécnico, en relación con el tipo y dosis a emplear, método y época de aplicación más conveniente. Todo ello conforma lo que se denomina plan de fertilización. Los elementos que por lo general se tienen que incorporar al suelo, con el fin de aumentar los rendimientos y calidad de los cultivos son: nitrógeno, fósforo y potasio; ellos se pueden conseguir en el mercado, mezclados en fórmulas listos para ser utilizados. Pero estas fórmulas en la mayoría de los casos no responden a las necesidades existentes; entonces, se está invirtiendo más dinero del que hace falta al adquirir uno o dos nutrimentos que no precisa el cultivo en esas proporciones; o, por el contrario, no se adquiere la cantidad suficiente de aquel o aquellos elementos que más exige el cultivo y que precisamente redundarían en mayores beneficios económicos. En su defecto, lo recomendable es prepararlos en la propia finca, de acuerdo con los análisis pertinentes, obteniendo así un abono que responderá a las necesidades reales para un suelo y cultivo determinado. Los materiales que se utilizan en el país como fuente de nutrimentos son los siguientes: urea y sulfato de amonio, que suministran nitrógeno; superfosfato simple y superfosfato triple, que proporcionan fósforo; cloruro de potasio y sulfato de potasio, que surten potasio. Mezclando estas fuentes en las cantidades recomendadas se obtiene un abono con los elementos restitutivos del suelo y del cultivo, constituyendo la base de una fertilización balanceada. Costos Con la finalidad de ilustrar lo anteriormente expuesto, se hace necesario conocer los costos de producción del o los frutales a explotar. Para llevar a cabo el análisis de costos se ha seleccionado un huerto de naranjas, desde su fundación durante el primer año de la plantación y los años posteriores de mantenimiento, hasta la primera cosecha comercial (Cuadro 3). En la estimación de los costos se ha tratado de considerar los aumentos de los insumos, de maquinaria, mano de obra, fertilizantes, pesticidas, etc. Debe tenerse presente que los costos de producción presentan fluctuaciones entre los diversos cultivos, los cuales son el resultado de factores tales como lugar de producción, vías de comunicación, tamaño de la explotación, sistemas de cultivos y organización administrativa de la finca. No se toman en cuenta los costos de los análisis de suelo y tejido vegetal (foliar). Ambos son realizados por el FONAIAP, el primero con un valor de Bs. 4.100,oo y el segundo Bs. 8.000,oo. Como puede observarse, su incidencia anual en los mismos es muy pequeña, pero los resultados de dichos análisis permiten determinar con precisión la cantidad de abono a aplicar, evitando así el uso excesivo de fertilizante. Cuando la planta se considera adulta, a partir de los ocho años en adelante debe producir unos 2000 frutos; es decir, 714.000 frutos/ha, con un peso aproximado de 157.080 kg. A un costo de Bs. 20.000 la tonelada, precio aproximado pagado por la industria procesadora, permite la recuperación del capital antes de los tres años. Como puede observarse, el negocio agrícola continúa siendo rentable si es enfocado como una empresa, en la cual una directiva, en este caso el dueño de la finca, coloca un capital bien administrado, mediante un criterio eminentemente técnico, que sea capaz de producir un bien rentable, es decir, proveer de alimentos al consumidor y al mismo tiempo, proporcionar al agricultor ingresos adecuados por su actividad productiva.
BIBLIOGRAFÍA
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