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FONAIAP DIVULGA > Colección > Número 65 Enero-Marzo 2000 | ||||||||||||||||
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FONAIAP DIVULGA No. 65 Enero-Marzo 2000 |
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Dunja Marta Beg
Investigadora. FONAIAP. |
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El maíz (Zea mays L.) es un cultivo con altas demandas nutricionales. Entre los elementos del suelo que utiliza en mayores cantidades cabe mencionar el nitrógeno (N), seguido del potasio (K) y el fósforo (P). Estos nutrimentos forman parte de numerosos fertilizantes químicos, ya sea en forma individual o combinados en fórmulas. Macro y microelementos Además de N, P y K, las plantas necesitan de otros elementos del suelo, los cuales son requeridos en menor proporción. Entre ellos, los más utilizados son el calcio (Ca), el magnesio (Mg) y el azufre (S). El calcio y el magnesio pueden formar parte de materiales de encalado, los cuales se recomiendan para suelos ácidos. El magnesio y el azufre también pueden estar presentes en algunas fórmulas y en fertilizantes simples. En su conjunto constituyen los macroelementos. Existen algunos nutrimentos también muy importantes, que la planta utiliza en cantidades mínimas. Estos últimos se denominan micro-elementos. Entre los más conocidos están el hierro, el manganeso, el zinc, el cobre, el boro, el molibdeno y el cloro. Algunos microelementos pueden estar presentes en fertilizantes comunes y en materiales de encalado como impurezas. Debido a las pequeñas cantidades que las plantas requieren de los mismos, los micro-elementos son muy populares como componentes de abonos foliares. La materia orgánica del suelo es un verdadero reservorio natural y es la fuente más equilibrada de elementos nutritivos, los cuales retiene y/o libera lentamente, por lo que es especialmente importante en el caso de los microelementos. Además, mejora la estructura del suelo, aumenta la retención del agua y es fuente de energía para la vida del suelo. Algunos elementos son más propensos a acumularse en el suelo, entre ellos el fósforo; otros, como el nitrógeno, se pierden fácilmente por diferentes vías. La pérdida o la inmovilización de elementos nutritivos están asociadas con algunas características del suelo y el clima. Entre ellas, deben mencionarse la pendiente del terreno, la textura, el tipo de arcilla, el pH, el contenido de materia orgánica y la cantidad e intensidad de las lluvias. El productor puede mejorar, en gran medida, la eficiencia de uso de los fertilizantes por el cultivo a través del empleo de tecnologías apropiadas, acordes con sus conocimientos y experiencia. Fertilización nitrogenada en maíz La planta de maíz utiliza el nitrógeno durante todo su ciclo. En la absorción del mismo se distinguen tres fases marcadas, estas son:
La aplicación de fertilizantes nitrogenados en forma fraccionada permite una mejor utilización del nitrógeno, particularmente en suelos con texturas gruesas, sujetos a pérdidas del elemento por lavado. Fuentes comunes de fertilizantes nitrogenados corresponden a la urea, el sulfato de amonio, el nitrato de amonio, los fosfatos monoamónico y diamónico, así como numerosas fórmulas compuestas. Los abonos nitrogenados aplicados sobre la superficie del suelo tienden a perderse por drenaje superficial o por volatilización; esto último es más grave en el caso de fuentes amoniacales en suelos de pH alto. Las tierras erosionadas requieren, en general, mayores cantidades de nitrógeno. La respuesta de la planta al fertilizante nitrogenado también depende del contenido de otros nutrimentos, particularmente del fósforo.
Fertilización con fósforo y potasio El fósforo es absorbido, mayormente, en las primeras etapas del ciclo del maíz. Es por ello que se recomienda su aplicación total al momento de la siembra. Debe colocarse de manera que pueda ser interceptado con facilidad por las raíces, preferiblemente en forma de bandas enterradas, a un lado y por debajo de la semilla. Por ser el maíz un cultivo de ciclo corto, se recomienda la utilización de fuentes de fósforo de alta solubilidad. Como fuentes de fertilizantes fosfatados se distinguen las rocas fosfóricas, los superfosfatos simple y triple, los fosfatos monoamónico y diamónico, y las fórmulas compuestas. La efectividad de los fertilizantes fosfatados depende también de los niveles adecuados de otros nutrimentos, como el nitrógeno y el potasio. Existe una influencia positiva de las fuentes nitrogenadas amoniacales (urea y sulfato de amonio) sobre la asimilación del fósforo, especialmente cuando se colocan en bandas junto con el fertilizante fosfatado. El exceso de fósforo puede inducir deficiencias de zinc, particularmente en suelos de pH alto. El fósforo tiende a ser inmovilizado por diversos componentes del suelo, mayormente en suelos ácidos o alcalinos. En suelos ácidos se puede reducir la inmovilización mediante aplicaciones de cal, que conllevan a la adición de calcio. Un efecto adicional del encalado es el de acelerar la mineralización de la materia orgánica, con aumento ulterior en la disponibilidad de nutrimentos. Las cales denominadas dolomíticas suministran, además del calcio, apreciables cantidades de magnesio al suelo. El potasio es absorbido intensamente durante la etapa juvenil de la planta de maíz. En la mayor parte de los suelos las pérdidas de potasio son relativamente pequeñas. A menos que se trate de suelos con texturas muy gruesas, se recomienda la aplicación de fertilizantes potásicos totalmente en la siembra, en forma de bandas enterradas a un lado y por debajo de la semilla. Fuentes comunes de fertilizantes potásicos incluyen el cloruro de potasio, el sulfato de potasio, el nitrato de potasio, y fórmulas compuestas. Otros aspectos relevantes en la fertilización En suelos arenosos y/o ácidos de regiones húmedas se pueden presentar deficiencias de elementos como el calcio, el magnesio y en menor grado, el azufre. Por otra parte, los mayores problemas de microelementos se relacionan con deficiencias de hierro y zinc en suelos de pH alto, y de cobre en algunos suelos orgánicos. Es importante señalar que la cantidad y el tipo de fertilizante a aplicar deben basarse en el análisis previo del suelo. En forma general, la mayor eficiencia en la utilización de elementos nutritivos por el maíz se obtiene en suelos profundos, de buen drenaje y aireación, adecuada retención de agua, pH cercano a la neutralidad y ausencia relativa de sales. La cantidad y la distribución de las lluvias, así como las prácticas de riego juegan un rol fundamental en el aprovechamiento de los abonos. Cuando el estrés por humedad es un factor limitante, la aplicación de nutrimentos no se aprovecha cabalmente o puede incluso afectar el rendimiento en forma adversa. Es de señalar que en zonas cultivadas de alta precipitación la fertilidad natural del suelo es generalmente más baja y las necesidades de elementos nutritivos son mayores. El mejoramiento de las condiciones físicas del suelo, mediante prácticas como la rotación de cultivos y el uso de abonos verdes, también incrementa la eficiencia de los fertilizantes en áreas donde ocurren pérdidas de la estructura del suelo y donde el maíz se siembra como monocultivo. Otros aspectos que se deben tomar en cuenta y que incrementan la respuesta del cultivo a la fertilización, son los siguientes: uso de variedades o híbridos adaptados a la zona, preparación apropiada del terreno, densidad de siembra adecuada, y control oportuno de malezas y de plagas. En el FONAIAP se ha venido investigando durante muchos años sobre la fertilidad del maíz, en diferentes regiones del país, desarrollando metodologías para la calibración de análisis de suelos y bases de datos para la formulación de recomendaciones de dosis de fertilizantes, para los productores e instituciones que solicitan los servicios de análisis de suelos en nuestros laboratorios distribuidos en diversas unidades ejecutoras en todo el país. |